Hoy en día es políticamente incorrecto plantear esta cuestión, más aún con tanto camino por hacer en la lucha por la igualdad laboral entre hombres y mujeres. Dejar la duda sobre la mesa parece un modo de afirmar que existen diferencias entre una forma de mandar y otra, lo cual nos lleva a pensar que una es mejor que otra. Al menos, al criterio de algunos. Pero es precipitado llegar a esta conclusión, porque ni las diferencias son generalizables, ni puede considerarse que beneficien a uno de ambos sexos. Es inevitable, de todos modos, que existan preferencias entre la población. Y por eso hoy os las planteamos y os invitamos a que digáis la vuestra.
Podemos partir, por ejemplo, de un estudio de Randstad de 2010. Tras realizar una encuesta entre 1.340 empleados y parados sobre a quién les gustaría tener de jefe, cerca de la mitad de los empleados dieron la indiferencia por respuesta. Concretamente, un 48% de los hombres y un 45% de las mujeres. Entre los que optaron por mojarse, ganaron los varones con un 30% de respuestas favorables frente al 24% que recibieron las mujeres líderes.
Los porcentajes de preferencia por el varón son mucho más significativos entre las personas sin estudios, pues hasta un 45% de este grupo de encuestados se inclina por un jefe hombre. Este porcentaje crece hasta el 51% considerando solo las respuestas dadas por los varones. El margen de edad que comprende entre los 30 y los 44 años es el más dado a decantarse por el liderazgo masculino.
Llegados a este punto nace otro debate. Estos resultados, ¿son objetividad o sexismo? Una rápida lectura nos hace pensar en lo segundo, pero vayamos un poco más allá. ¿Qué diferencias hay entre hombres y mujeres a la hora de mandar? En líneas generales, a ellos se les suele otorgar una visión más centrada en los objetivos que en los factores que rodean a su consecución, como el ambiente de trabajo o las relaciones interpersonales. Precisamente este segundo campo es especialidad de ellas.
Un enfoque más feminista de la cuestión hablaría de excesos de ego, testarudez y arrogancia en el caso de ellos, mientras que la sensibilidad, fortaleza o empatía, entre tantas otras, serían cualidades de ellas. Una generalización cruel y errónea, puesto que se ha demostrado que la biología no determina el liderazgo y que, además, existen mujeres ‘masculinas’ y hombres ‘femeninos’, dependiendo del desarrollo de sus hemisferios cerebrales.
Digan lo que digan los estudios, en el día a día resulta difícil hacer una buena comparativa de las diferencias entre el liderazgo masculino y femenino. Cada uno toma como referencia las cualidades de su jefe o jefa para generalizarlas a sus sexo, sobre todo si se adaptan a los tópicos. Es probable que al final solo se trate de personas, y como dice el dicho, cada una de ellas es un mundo. ¿Qué opináis?
Foto: claaser en Flickr.com.